sábado, 25 de julio de 2009

Causas de la guerra civil española: diálogo con Manuel Azaña

"(...)Las causas de la guerra y de la revolución que han asolado a España… son de dos órdenes: de política interior española, de política internacional. Ambas series se sostienen mutuamente, de suerte que faltando una, la otra no habría sido bastante para desencadenar tanta calamidad. Sin el hecho interno español del alzamiento de julio de 1936, la acción de las potencias totalitarias, que han convertido el conflicto de España en un problema internacional, no habría tenido ocasión de producirse, ni materia donde clavar la garra. Sin el auxilio previamente concertado de aquellas potencias, la rebelión y la guerra civil subsiguiente no se habrían producido(...)"



Manuel Azaña, en "Causas de la guerra de España" (Ed. Crítica, Barcelona, 1986)






¿Se pueden explicar las causas de un fenómeno tan trascendental para la historia española como la Guerra civil a partir de dos tipos de causas? Esta es la pregunta que surge a partir de las palabras de Azaña, contemporáneo del proceso en cuestión, que, visto en perspectiva, resulta naturalmente más complejo. Las palabras de Azaña dejan de lado el análisis de los conflictos de la sociedad española que no fueron resueltos desde (por lo menos) entrado el siglo XX. Resulta imprescindible realizarlo para comprender que se trata de un fenómeno multicausal, de una serie de sucesos interrelacionados, de causas estructurales que, en determinada coyuntura, llevan a un desenlace semejante.


Esta es la propuesta general de nuevas visiones historiográficas sobre la guerra civil española. Se propone entonces un análisis histórico de la España del siglo XX atendiendo a su conflictividad interna para dar cuenta del recorrido que llevó a la guerra civil, intentando revocar y ampliar en algunos casos la postura de Azaña.


El primer elemento a señalar tiene que ver con los desfases de las distintas esferas de la sociedad española que señala Tuñon de Lara(1). En efecto, se caracteriza por un marcado retraso en su proceso de modernización, de tránsito hacia una sociedad burguesa, puesto que presenta fuertes arraigos de rasgos feudales, que genera contradicciones de base y fuertes problemas en los sectores dominantes para crear una política clara, coherente y planificada para resolverlos. Es decir, se trata en principio de una crisis de hegemonía del bloque dominante burgués, que presenta crecientes dificultades para generar consenso por un lado y márgenes ideológicos de referencia por el otro.

¿Cuáles son estos desfases? Cabe señalar las dificultades para lograr un desarrollo industrial acorde al desarrollo socioeconómico y demográfico ya entrado el siglo XX. A su vez, esta dificultad convive con el fuerte arraigo de la agricultura tradicional que de ningún modo se articula a un proceso de desarrollo. La ausencia de mercado interno consolidado y la dependencia de las importaciones. En el plano político, la pervivencia del caciquismo.

Por otra parte, la falta de cohesión ideológica en los sectores dominantes, especialmente en la burguesía, constituye un factor de conflicto permanente al interior de una clase que no logra consolidarse ni articular políticas coherentes de integración social.
Acorde con esto, cabe señalar el fuerte crecimiento del movimiento obrero en las primeras tres décadas del siglo XX. Crecimiento que se explica por el contexto
internacional, el impacto de la primera guerra mundial, la influencia de la revolución rusa y especialmente, los problemas que el régimen restauracionista (1874-1923) tiene para integrar a estos sectores. La semana trágica de Barcelona y la represión a la gran huelga de 1917 dan cuenta de esto. En efecto, se manifiesta una fuerte falta de control de los aparatos del Estado (principalmente el ejército). A estos conflictos se suman el reclamo de autonomía tanto de Cataluña como del País Vasco.

En este contexto de crisis hegemónica, de alta conflictividad social con el recrudecimiento de la radicalización obrera en las post-guerra, la autonomización de los aparatos de Estado y la presión de sectores autonomistas cuyos reclamos no se atienden, el régimen resulta casi inviable para la década del ’20, instaurándose así la dictadura de Primo de Rivera en 1923. Dictadura que también fracasa en su intento de articular un órgano representativo de gobierno, aumentando la represión hacia la clase obrera y el enfrentamiento con el nacionalismo catalán. Su fracaso radica precisamente de la ruptura con las bases sociales en las cuales se apoyó para acceder al poder. Por otra parte, se le retira el apoyo dentro del propio bloque dominante, temeroso de que la oposición no solo lo derribe a él, sino también al propio régimen. El otro punto de conflicto tiene que ver con las dificultades con la monarquía para apoyar un gobierno de base dictatorial. A la coyuntura interna, se suma la crisis económica del ’29 y su salida resulta inevitable. Tras un intento posterior fallido de volver a un régimen restauracionista (lo que se llamó “el error Berenguer”), se produce una coalición socialista - republicana que llevará a la instauración de la segunda República (1931-1936).

Sin dudas este régimen, más allá de sus dificultades, constituye un progreso cualitativo en la política española. En primer lugar, por el nivel de expectativa social que generó y por otra parte, por el carácter de las reformas que pretendió y en algunos casos logró instaurar. Fue la primera vez que en España se realizó un intento serio por separar la Iglesia del Estado y por atender los problemas sociales. En un segundo plano cabe destacar el intento de descentralización del Estado, otorgando mayor lugar a las autonomías, que se manifiesta en el Estatuto de autonomía catalana, concediendo en 1932 el autogobierno a la Generalitat, sin suponer una autonomía plena.

El primer elemento está relacionado con la intención del Estado de controlar los bienes eclesiásticos, regularizar las órdenes religiosas, dejar de sostener al clero y de lograr un mayor control del aparato ideológico a través de la educación, que se pretendía laica y gratuita.
En cuanto al plano social, se realizó un intento considerable de reforma agraria y de mejorar la situación de los jornaleros. En efecto, la República por primera vez se propone trastocar de fondo las relaciones de base.

Sin embargo, la composición extremadamente heterogénea del bloque dominante (republicanos moderados, republicanos de izquierda y socialistas)(2) y la escasa cohesión interna de la burguesía no permitió, como se verá, lograr exitosamente estos objetivos.
Dentro del propio partido de gobierno no está demasiado claro el alcance que deben tener estas reformas. Por otra parte, la coyuntura económica de los años ’30 (caída de precios, de exportaciones, recesión industrial, desempleo, etc) y la falta de recursos no permite que se lleven a cabo con la rapidez necesaria.

En este sentido, se manifiestan fisuras con la clase obrera, que se suponía el eje de apoyo del régimen, a partir del descontento por la lentitud y por la ineficacia de las reformas. Aquí se vuelve a poner de manifiesto este desfase que señala Tuñón de Lara. Hay una desarticulación entre la limitada estructura político-económica de la República y el fuerte intento de cambios que intenta imponer. Como bien señala Payne(3), los problemas políticos de la década siguiente no surgieron porque España no hubiera progresado, sino precisamente por lo mucho que había progresado en poco tiempo.


En función de este descontento la clase obrera en general y especialmente la CNT plantea luchas crecientes contra el gobierno, que no logra articular jamás la articulación de estos sectores a sus planes políticos, y que, lejos de hacerlo, reprime sus reclamos. De hecho, nuevamente se observa una fuerte dificultad del Estado para controlar sus aparatos represivos. Se trata de hecho de un gobierno con proyecto reformista con una coyuntura económica desfavorable, sin cohesión interna, sin posibilidad de satisfacer las bases sociales en las que se apoya y con el agravante de la oposición de la alta burguesía, naturalmente poco predispuesta a perder las bases de su poder.
En este sentido se produce entonces un aumento de la movilización obrera que, sin ser una alternativa política viable, desestabiliza al gobierno de Azaña, que culminará en 1933.

La derecha (representada por la CEDA) no pierde el tiempo ante esta situación y, en coalición con el partido radical representado por Lerroux asume el poder, dando lugar al segundo bienio de la República. Se trata de un gobierno presidido por radicales con el apoyo parlamentario de la CEDA. Este es de hecho el principal punto de conflicto posterior: la subordinación del primero al segundo, con una radicalización creciente en la derecha que se manifiesta con el intento de anulación de las reformas del período anterior. Por otra parte, ante el peligro de mayor avance de la derecha en el gobierno, se radicaliza también la lucha obrera, temerosa de la llegada de la CEDA al gobierno.

Este avance de la CEDA con el posterior avance del movimiento obrero se manifiesta en un suceso clave de cara a la guerra civil: los conflictos de octubre del ’34 en Asturias y Cataluña, reprimidas ferozmente por las fuerzas gubernamentales. Sin dudas constituye un punto de inflexión puesto que se produce una polarización política en la sociedad española difícil de reconciliar. Quizás por esto resulta curioso en 1936 el intento de volver a un régimen republicano y moderado que ya había dado muestra de sus limitaciones. El Frente Popular logra ganar las elecciones.

Desde febrero a julio, sin embargo, se presentan niveles violencia inéditos en la sociedad española tanto en la derecha como en la izquierda. Violencia que de todos modos no dejan de ser conflictos localizados. El franquismo posteriormente justificó el golpe del ’36 alegando un peligro de revolución que en la práctica estaba muy lejos de concretarse, especialmente por las fuertes diferencias al interior de la clase obrera que jamás logró articularse. Por otra parte son pocos los grupos armados tanto en la izquierda como en la derecha. En el bloque gobernante todavía se piensa en términos de democracia burguesa.

Por lo tanto, como bien señala Payne(4), no es arriesgado afirmar que ninguno de los principales actores y fuerzas de la política española pretendió provocar deliberadamente una gran guerra civil . Se trata de hecho, lejos de lo que señala Azaña, de una suma de causalidades, de una polarización creciente en el conflicto social producido por la enorme incapacidad de la república para resolver problemas estructurales de larga duración en base a una política coherente que genere consenso.

Curiosamente, la República no solo no respondió enteramente a las necesidades de su base social de apoyo, sino que al reprimirlas generó un descontento irreconciliable ante el cual ésta buscó alternativas por fuera del gobierno, que, por otra parte, tampoco pudo detener el avance de la derecha ni lograr integrarla eficazmente(5).
En este sentido la República resultó híbrida, atrapada entre sus propias contradicciones de base sin satisfacer a ningún sector en particular.


Quizás por esto es que deba señalarse que, lejos de dos órdenes de causas, como propone Azaña, las causas del fin de la República y de la guerra civil se encuentran muy arraigadas en la conflictividad interna de la sociedad española. Por otra parte, sí podemos señalar el condicionamiento o la influencia de la coyuntura externa, pero de ningún modo resulta el factor determinante.
Es cierto que en el resto de Europa para los años ’30 los gobiernos parlamentarios fueron reemplazados por gobiernos autoritarios o totalitaristas, como los llama Azaña. Sin embargo, ninguno de estos países llegó a una guerra civil en el mismo período.
Por otra parte, resulta más difícil aún conciliar la idea de concertación entre las potencias. Si bien es aceptable (con algunas reservas) la idea de conspiración de la derecha en los meses previos a la guerra, no resulta convincente colocarla al mismo nivel que la falta o la incapacidad de los sectores dominantes para ejercer el poder.
Por otra parte, en el plano internacional también existieron otras influencias, como el comunismo, que claro está, poco tenían que ver con un avance fascista. En todo caso sí refleja el nivel de polarización ideológica y política que también se dio en España. Pero sólo allí esa polarización se plasmó en una guerra interna o civil (cabe destacar también el hecho de que ningún sector de izquierda o de derecha tenía la fuerza suficiente como para vencer a la otra).

Resulta mucho más apropiado pensar entonces en la suma de causas y de crisis sucesivas no resueltas, en la dinámica y el liderazgo político concreto de la República, de coaliciones sin programas claros ( menos aún en su ejecución), en el sectarismo político dentro del propio bloque gobernante, en la fuerte fragmentación social con una estructura fuertemente conflictiva que ni los propios líderes y creadores del régimen lograron resolver.






Notas:


(1) Tuñón de Lara, M. Orígenes lejanos y próximos en Tuñon de Lara, M. y otros. La guerra civil española. 50 años después, Barcelona. Labor. Pág 10.


(2) No es posible analizar aquí las diferentes posturas respecto al alcance de las reformas ni del grado de integración de la clase obrera que cada sector consideraba que debía existir. Sí cabe señalar que las propias disidencias internas socavan tanto su base social de apoyo como la propia estructura de la República, puesto que la coalición por momentos solo está dada en función de conservarla pero sin los medios para hacerlo, como se pondrá de manifiesto posteriormente.

(3) Payne, Stanley y Tussell, Javier.
La guerra civil. Una nueva visión del conflicto que dividió a España. Madrid, Temas de Hoy, 1996. Cap I, pág 24.

(4)Op.cit. Pp 103-104

(5)Payne considera que el acceso de la CEDA al gobierno y su aceptación hubiera permitido ‘salvar’ la República sacrificando determinadas bases democráticas. Resulta contra-fáctica su propuesta, pero sí es cierto que ni la izquierda ni la derecha lograron articularse y alternarse en el poder de manera de conservar el régimen, algo que la retórica de los republicanos se encargó siempre de resaltar sin practicarlo

2 comentarios:

  1. vaya mierda lo k necessito es las putas kausas para un trabajo de recerca!!!!!!!

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    1. ¡¡Pues haber buscado libros y no por internet puto payaso analfabeto!!

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